VIDA PLENA


Ante la fragilidad de la vida y sobre todo cuando debemos afrontar una pérdida nos asalta la pregunta sobre qué significa tener una vida plena. 

La plenitud de la vida no parece que tenga sentido medirla en años, tampoco en mayor o menor fortuna o éxitos profesionales. Pues lo que a priori puede parecer un beneficio, quizá haya sido en ocasiones un peso muy difícil de sobrellevar y fuente de muchos sufrimientos. 

Del sentido de la pascua cristiana podemos aprender la gran importancia que tiene una vida entregada por amor a los suyos. Una vida sacrificada, que ha sabido sobreponerse a innumerables dificultades. De buscar el bien de quienes se ama con un amor a imagen y semejanza del amor de Dios, que es paciente, bondadoso. Que no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. Que no es egoísta, que se regocija con la verdad. Que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta (1 Cor 13, 4-7).

El amor es la respuesta. Una vida plena sólo puede serlo en el amor, desde el amor y compartiendo todo el amor que ha recibido. Y esa vida llega a su plenitud más allá de las fronteras de una condición humana débil,  insolidaria, violenta y hasta cruel.  

Casi todo el mundo se pone nervioso cuando debe comenzar un nuevo camino o etapa. Pero igualmente a todos da mucha fuerza sentir el apoyo y afecto de quienes se quedan esperando en el umbral. Que una vez cruzado ya no permite transmitir la felicidad de haber alcanzado una plenitud gozosa más allá de toda expectativa.    

A nadie le gustan las despedidas. Ojalá nuestra espera sea una oportunidad para que aprendamos del valor del ejemplo recibido. Para valorar cada instante y cada gesto. Para vivir con más sentido y plenitud una vida que sólo puede ser plena cuando la vida sea ya otra cosa; cuando sea luz, sea paz y sea un amoroso Reencuentro. 

No parece que estemos nunca preparados a la idea de que la vida se pierde quizá porque en el fondo, aún sin más certeza que nuestra esperanza, nuestro corazón y nuestra alma saben que en realidad nunca se ha perdido nada sino que más bien se gana una plenitud bien merecida por tanto amor compartido.